A veces, los anunciantes adoptan estrategias de comunicación defectuosas, sin siquiera percibir su error: padecen una cierta ilusión estratégica que les impide ver la realidad y que puede adoptar diversas modalidades.
Una estrategia que quiere llegar a todo sin renunciar a nada. Se dirige a todos los consumidores, aporta todos los beneficios, compite en todos los frentes...
Caracterizada por el cambio constante, el paso apresurado de un posicionamiento a otro. Le falta paciencia para esperar los resultados; crea desconcierto y confusión tanto hacia el exterior como hacia el interior, y termina por no llegar a ningún sitio.
La estrategia existe, pero sólo en la mente de los directivos de la compañía; falta plasmación y concreción precisa, en documentos escritos y compartibles; se ve poco y en realidad ni existe ni sirve, porque no se materializa en la vida de la compañía.
El posicionamiento romántico de quién fue líder en el pasado y vive de la historia.
Una actitud puramente reactiva que confunde la estrategia con la excelencia operativa, la producción cuidada o las relaciones de tareas a ejecutar; cuando en realidad, la esencia de la estrategia radica en elegir y descartar.